NOTA DEL AUTOR

El lector tiene en sus manos una reflexión panorámica, no muy ordenada, nada profunda y un poco dispersa sobre la televisión, los medios de comunicación y la sociedad. Encontrará en ella un tono crítico general. Me incluye. Ni como profesional cómplice de la comunicación audiovisual actual ni como analista de los medios dejo de someterme a ella.

Soy sincero, pero no tengo la intención de dar lecciones de nada. La vida profesional me ha proporcionado tantas satisfacciones que no tengo motivo alguno para quejarme ni para arremeter contra nadie. El lector me permitirá un cierto tono divulgador (del que no puedo desprenderme) que tengo profundamente arraigado tras haberme dedicado durante años a la producción de mensajes de masas, de esos que ya nacen con la condición de tener grandes audiencias. Tendrá que aceptarme también una colección de largas notas que, incorporadas al texto general, no impiden una lectura comprensible por separado. La voluntad de ser comprendido es, en la disposición de mi ánimo, tan profunda como la duda sistemática que, como un amigo fiel, siempre me acompaña.

Yo sé pocas cosas. Pero, por poco que sepamos, ¿de qué sirve la experiencia adquirida si no aceptamos el compromiso de transmitirla y, con ello, exponernos a la opinión ajena?